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—Cuando eso pase, espero enterarme antes. No me imagino escapando de un puma por la Valparaíso.
—Tranquilo pibe, tranquilo. Tranquilo que falta. Los animales no se sueltan hasta que no estén a punto las bombas. Y las bombas no se consiguen hasta que no haya gente y plata. Pero estamos en eso -dice Hipólito, que a esta altura lleva el auto solo con el embrague por los alrededores del Faro y hacia la parte iluminada del Parque.
—No quiero ser maleducado, Hipólito, pero no veo cómo vas a juntar plata para dos mil bombas en el taxi.
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